La fascinante cueva de Maronia
La Cueva de Maronia, cerca de la ciudad de Komotini, capital de la periferia de Macedonia del Este y de Tracia, es una isla de piedra caliza que se formó a partir de microorganismos fosilizados pertenecientes a una extraña especie llamada “foraminíferos”, unos seres microscópicos de los que sólo existen unos descendientes unicelulares marinos.
Cuando la región emergió del mar primordial, fue erosionada por las lluvias y aguas subterráneas y luego colonizada por los microorganismos de la tierra; algunos se relacionaban con el exterior, pero otros desarrollaron adaptaciones que les permitieron completar su ciclo vital en la más completa oscuridad: incoloros, ciegos y con especial fuerza ante la falta de alimentos, estas especies están extendiendo el milagro de la vida al mundo subterráneo.
Las primeras exploraciones se realizaron en 1969 por la Sociedad Espeleológica Helénica, pero no solamente la gente del lugar sabía hacía mucho de su existencia sino que hasta es mencionada en un pasaje de las Argonáuticas de Apolonio, mitológicamente habitada por el dios Orfeo.
La cueva Maronia es un monumento natural de extraordinaria belleza, con sus cámaras decoradas con estalactitas y estalagmitas que semejan árboles, espadas, ramas con hojas, en forma tan exquisita que quitan el aliento; por eso los primeros exploradores dieron a esas salas o cámaras nombres testimoniales: el Bosque de Piedras, el Salón Rojo, la Sala de Arpa, la Sala de los Murciélagos, y la Sala de los Ídolos.
También quedó demostrado que la cueva estuvo habitada desde el remoto neolítico hasta la época bizantina; también está identificada, desde el punto de vista mitológico, con la cueva en la que, según Homero, Odiseo ciega al cíclope Polifemo, después de embriagarlo con vino de Maron, aunque los habitantes de la cercana Makri reclaman para su propia cueva la titularidad de esta leyenda.
Pero además, la cueva de Maronia es el único lugar en nuestro planeta, en el que viven también poblaciones únicas de coleópteros Maroniella y caracoles terrestres Balcanodiscus. Unos estudios que comenzaron en 1999 encontraron más de 30 especies diferentes de invertebrados de los cuales 25 tienen una población permanente y 5 son nuevos para la ciencia. De especial valor es la presencia de especies endémicas de la cueva, algunas de ellas absolutamente únicas.
Otra peculiaridad de esa cueva es que es utilizada por al menos once especies de murciélagos para hibernar, de las cuales unas ocho también la aprovechan para reproducirse.
Foto: Tours culturales
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