Corinto y Monemvasiá: del comercio al turismo
Corinto y Monemvasiá tienen algo en común: además de formar parte ambas de la región del Peloponeso, tienen un pasado comercial dados sus emplazamientos estratégicos. Hoy, se encuentran entre los destinos turísticos más visitados.
Monemvasiá es una de las grandes ciudades bizantinas del Peloponeso. Está magníficamente ubicada sobre un peñón que se eleva 350 metros sobre el mar Egeo. Fuertemente fortificada, llegó a contar con una población de aproximadamente 50 000 habitantes en su época de apogeo. Su prosperidad se debía al interés comercial entre las rutas marítimas que iban del Mar Negro a Italia, vía el Egeo. Al abrirse el canal de Corinto, sin embargo, perdió todo interés económico.
En Grecia, Corinto es sinónimo de su propio canal, que une las aguas del golfo de Corinto y el golfo Sarónico –esto es, a un lado el Egeo, al otro el Jónico–. Las obras fueron planeadas en tiempos de Nerón, porque el cabo Tainaro era tan temido por los navegantes que éstos preferían descargar los barcos en una ribera del istmo de Corinto, y llevar por tierra las mercancías seis kilómetros más allá, hasta la otra orilla.
Canal de Corinto
Bajo el Imperio Romano, la ciudad llegó a tener 750 000 habitantes. Su riqueza y cosmopolitismo crecieron al extremo de causar la ira de San Pablo, reflejada en las famosas Epístolas a los Corintios. Pero hace siglos, ya, que la ciudad fue destruida por un terremoto.
Hoy, ambas ciudades son de gran interés turístico. Corinto, por sus ruinas de los más diversos estilos arquitectónicos, pertenecientes a todos los pueblos que se sucedieron en su dominio, atraídos por su enclave estratégico. Y Monemvasiá, por su belleza.
Iglesia de Agia Sofía, en Monemvasiá
Gracias al movimiento de turistas, la ciudad se mantiene muy cuidada, y es uno de los destinos más elegidos por los griegos para un viaje de placer de dos o tres días. La parte baja de la villa está formada por un laberinto de túneles, calles y callejones de suelo empedrado. Una escalera de pilares de piedra asciende hasta la parte alta, la más vieja de la ciudad, que en la actualidad está en ruinas. Todavía se sostiene, sobre un acantilado, la bellísima iglesia de Agia Sofia, una joya de los tiempos bizantinos.
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